domingo, 2 de diciembre de 2007

MARIONETAS

VIOLIN

Alisier Trio performs Tchaikovsky in finals of Fischoff 2005





Schubert - Ave Maria (Opera)



Orquesta Sinfonica Albacete.Las cuatro estaciones



LAS DE VIVALDI:

http://youtube.com/watch?v=MeOB9M2I5-c&feature=related


THE CURE

The Cure-Friday I'm in love


The Cure-Just Like Heaven



Torn - Natalie Imbuglia



Alanis Morissette - That I would be good

martes, 13 de noviembre de 2007

INSTRUMENTALES

Bert Kaempfert - That Happy Feeling



Bert Kaempfert - Medley



Vivaldi - Invierno - 1 Allegro Non Molto

miércoles, 3 de octubre de 2007

MUSIC DREAMS

Damien Rice - Rootless Tree (Live from Abbey Road)





Epica - Consign To Oblivion



Grupo Musical OC29 - Shine on you crazy diamond


Bossa n´Marley - Buffalo Soldier



Sheryl Crow - Sweet Child O'Mine




DANIEL LANDA - BILA HORA



Daniel Landa - Protestsong





Damien Saez - J'veux qu'on baise sur ma tombe

DAMIEN RICE

Damien Rice - 9 Crimes





Damien Rice - The Blower's Daughter (Without Film Clips)



Damien Rice - Cannonball



Grupo Musical Oc29 - Smoke on the water

martes, 2 de octubre de 2007

ARCADE FIRE

Arcade Fire - No Cars Go (Rock en Seine 2005)







Arcade Fire "Rebellion"





Arcade Fire - Neon Bible live in an elevator!




ANTICHRIST TELEVISION BLUES - ARCADE FIRE - GLASTONBURY 2007




Arcade Fire - Haiti - 2005/05/11




Arcade Fire - Neighborhood #2 (Laika) - 2005/08/25


lunes, 18 de junio de 2007

BORRADOR DE CUENTOS 2005 -JOSE LUIS ROMERO CORDERO






EXPLICACIONES AL COMISARIO





Un encendedor de aluminio, un libro viejo con una portada improvisada de cajitas de cereal, una antigua radio portátil, un saco que huele a tabaco, una revista de moda femenina _ indicó el policía mientras rebuscaba con mucha avidez la harapienta mochila del detenido.

_ ¿Solo eso? _ preguntó el comisario, ya casi apaciguado.

_ Claro que no mi señor. En los bolcillos posteriores hay tres condones al parecer vencidos, y son del seguro social. Y también hay escasas porciones de marihuana disimiladas dentro de roídos discos – detalló el policía encubriendo entre pausadas palabras su vieja voz gangosa – ropa y mas ropa. Creo que eso es todo mi señor.

Mario estaba maniobrando trucos de flexibilidad con sus trémulos dedos, mientras se mecía en una silla muy cómoda que los juzgadores le habían proporcionado de cortesía. Se veía atraído por los versos e himnos escritos en las paredes, “yo escribo mejor” se decía. Las críticas literarias que elaboraba en su mente constituían un intervalo ajeno a la realidad de ese momento, tanto así que ya los restos no existían. Estaba rodeado de normas escritos hasta en las persianas, de cuantiosos iconos que colgaban en las paredes, y que él los había estudiado en la escuela de primaria: recordó a su profesora de de historia estrujándole el oído con una fuerza brutal.

_ ¡Mario Romero…sabe usted que esta prohibido molestar a las hijas de los frailes, y menos en ese estado! – Indicó el comisario – ¿Tiene usted algo que decir para justificar?

La opresiva voz del comisario lo hizo volver en si. Pensó en la mochila y mostró una vaga preocupación que desvaneció en la realidad. Sustrajo un reloj de bolsillo de su saco color pardo con verticales rayas blancas (extravagante) y se notificó la hora; del mismo modo, se informó también del la fecha viendo su diminuto calendario que mostraba en la parte posterior, el rostro de Bob Marley y, comparándolo con una que estaba en la pared, le solicitó al comisario que repitiera la interrogación.

_ ¿Que hacia molestando a la hija del cura en la puerta de la iglesia?
Mario, adaptó su trasero en la silla interrumpiendo su bostezo cubriéndose la boca con la mano. Le hacía falta un cigarrillo, pero comprendió implícitamente que esos tíos vestidos de verde (policías) no lo permitirían. Conformado, se dispuso a hablar con un estilo de viejo burgués:

_ En primer lugar señor de bonita corbata: la hija del cura se llama María de la Cruz, y es mi novia; bueno, mi ex novia, desde hace poquito. En segundo lugar: yo no le estaba molestando, eso es muy falso. Le estaba pidiendo disculpas, por que, mediante su murmuradora prima que alguna vez mantuvo un efímero romance conmigo, sé enteró de que le estaba sacando la vuelta con la hija del portero de la iglesia. Además, no sé como se enteró de que frecuentaba el burdel que está a espaldas de la iglesia, ¿usted conoce? Lo cierto es que yo solo fui a ese lugar una vez. Caray, como es la vida. Como ve, yo solo le estaba insistiendo que me perdonara, hasta que, hay dios, llegó su padre, quien por fortuna no me hizo nada. Y ahí llegaron ustedes. Tercer lugar señor comisario -me olvidaba-. Yo no sé que hago aquí, si yo no he hecho nada mas que tomarme unas cuantas copitas como todo ciudadano, acaso eso es un delito. Exijo justicia, señor comisario.

El comisario examinó a Mario de pies a cabeza, con una cierta diferencia y quizás hasta envidia. Los viejos comisarios tenían mala reputación entre las mujeres, ellas decían que eran muy rudos, torpes e injustos en todo. En cambio, Mario, con sus zapatillas de percal gastado, su pantalón apegadito, como si fuera de mujer, y su saco de cuyas mangas caían esquirlas humedecidas, era un vil mujeriego, todo un Don Juan. El comisario, con esa su quizás discriminada manera de visualizar a Mario, quien aguardaba en silencio, concluyó su estudio visual dando rienda suelta a una prolongada carcajada, invitando al policía que resguardaba la puerta a sumarse a ese festín de risotadas que Mario consideraba muy infantil y estúpido.

NEGOCIACIÓN DE MADRES

Una clásica melodía anunciaba las seis de la tarde. Lucía comprendió que debía acelerar: agitó el bote de talco sobre las irritadas nalgas de su pequeñuelo, situó el pañal bruscamente, como quien le pone una chaqueta a un gato; y concluyó vistiéndolo con pequeños ropajes que no eran de su medida. Todo lo hizo con un estilo un tanto inexperto, sin sutileza ni afecto. No hacía mucho que había dejado de juguetear con muñecas de trapo, su porte era casi natural, uno aprende a ser madre con hijos de verdad. Pero, Lucía no mostraba esa pasión de asear a su bebé que toda madre tiene por instinto en sus primeros días de madre.

Equilibró su bufanda antes de traspasar el umbral, con el mismo, frotó los ojitos lagañosos del bebé y echó a andar rotando su mirada por doquier. Mientras caminaba, ensayaba falsear un argumento cuyo fin justificaría lo que estaba apunto de realizar. “Es española, ricachona y podrá darle todo lo que nunca podré darle” se decía. Parecía estar muy segura de lo que hacía, no se le distinguía ningún banal atisbo de preocupación o tristeza, más bien, le preocupaba llegar tarde y estaba entre tomar un taxi o seguir caminado para ahorrarse algunos soles. Ya a una cuadra del café “El puerto”, una extraña emoción se apoderó de ella. Miraba los ojitos castos del bebé con una cierta sensibilidad que no había mostrado antes, su rostro moldeaba una tierna mueca maternal; trasladó un fragmento de su bufanda al pechito del bebé y lo acurrucó hacia su pecho con una ternura improvisada. “no puedo dar marcha atrás, ya esta hecho” se decía, mientras intentaba obstruir sus inminentes lagrimas. A unos metros del café, distinguió a la española, quien parecía mostrar algunos gestos de impaciencia. Lucía se detuvo un instante para planificar lo que tenia que decir. Por primera vez le pareció inhumano lo que estaba haciendo, no obstante, dio un ruidoso suspiro y se introdujo al café, con mucha duda y timidez.

La española, quien siempre se había limitado a rebelar su nombre, estaba haciendo una suma visual del dinero en efectivo que sustraía poco a poco de su cartera, mientras bebía una Coca-Cola individual. Su blanca fisonomía levemente arrugada con gafas de cristales gruesos, trasmitía una interesante experiencia que se tenía que respetar. En cambio, Lucía, era una implacable adolescente de colegio, le había tocado vivir la peor experiencia de su vida, a causa de un efímero noviazgo con un hippie bohemio. Era inexperta en todo, siempre estaba peleada con su madre, quien se limitaba a brindarle más que una miserable pensión. Ahora, convencida por sus amigas se iría a la selva, a trabajar en un circo, allá le enseñarían todo sobre la flexibilidad corporal y el arte del modelaje. Siempre soñaba con ser famosa, admiraba mucho a Courtney Love, incluso tenia planeado seguir los mismos pasos que ella para llegar a la fama, “también lo estático es arte” se decía.

Impelió un asiento y se hizo un espacio en la mesa, abordando cabizbajada a la española, quien advertía con mucho entusiasmo al bebé. Lucía, echando un vistazo a todos los comensales, se disponía a negociar avivadamente, olvidando saludar a la española.

-¿Has estado bien, Lucía? -preguntó la española -, llevo ya un buen tiempo esperando.

-Tenía que asear al bebé, usted sabe… Discúlpeme - se excusó Lucía, meciendo a su pequeñuelo con ligera paciencia- Quisiera que la negociación sea rápida, así yo me evito problemas con algunos conocidos que circulan por estos lados.

-¿Estás segura que quieres venderme tu bebé, recuerda que aún puedes recapacitar. Yo soy una mujer estéril, es por eso que hago este acto ilícito para conseguir lo que mas deseé en toda mi vida.

-Pierda cuidado, ya lo pensé muy bien. Solo quiero el dinero. Quiero que me envíe algunas fotos de España, para cerciorarme de que ella estará bien. Y si lo creé conveniente, quisiera que su nombre sea: “Lucy”.

-Descuida, coincidimos con ese nombre.

Ambos se miraron penitentemente la faz, teniendo en cuenta que lo que estaban haciendo era rencoroso. Sobre todo la española, que por su avanzada edad debía optar por ayudar a Lucía que aún le hacía falta madurar y tener experiencia. No obstante, ambos extraviaron sus miradas por entre las frondosas plantas que erguían en la intemperie, y con mucha cautela, empezaron a distribuirse el dinero, como dos forasteros mercaderes. Lucía no quiso ser melodramática al dejar su bebé en manos de la española, mas bien, lo hizo con una frialdad que hasta le sustrajo unas pizcas de lagrimas efímeras a la española.

Cuando Lucía abandonó el café “El puerto” buscó el modo de aliviar y enjuagar su conciencia. Caminaba al azar, despistada, le importaba poco los restos. Entre lágrimas se condenaba a muerte, estaba arrepentida de lo que había hecho, se decía, lo único valioso que le quedaba era 200 dólares que aún no había pensado en qué invertirlo. Entre sollozos profundos, Lucia, resolvió buscar a la española, pues no había imaginado que eso de la negociación le iba a lastimar mucho el alma, por suerte, la española era de buen corazón, le había dado muchas semanas de plazo para que Lucía lo pensara mejor. Echó a correr hacia el café “El puerto” con la esperaza de de hallar a la española quien decidió quedarse para no levantar sospechas.

Lucía absorbió la sombría noche con una melancolía desolada tan ahondada, cuando a una cuadra del café “El puerto” la española estaba rodeada de policías y periodistas que a toda costa buscaban una respuesta a sus interrogantes. El llanto de la española se podía distinguir desde esa distancia. Decaída y abatida, afónica ante tal escena, se dejaba guiar por los policías. A unos metros más allá, un tipo vestido de verde, gordo y armado, intentaba silenciar al bebé. Lucía no supo que hacer. Se quedó estática, fría, con los ojos salidos, susurrándose los peores insultos mientras saboreaba sus saladas lágrimas, como las madres sensibles que ven partir a sus hijos hacia otro mundo.



LUIS CORDERO

ANTOLOGIA DE CUENTOS BREVES - JOSE LUIS ROMERO CORDERO




LA TRAVESIA DE UN ESPERMATOZOIDE.


Se trataba de un lánguido espermatozoide gris que emergió de un modesto miembro viril, cuya humilde longitud intranquilizaba al autor. Esta célula-procedente de un loco intelectual que hace algunas horas había intentado suicidarse; de un hippie empedernido sin reputación- se aventuro a una larga carrera épica, pese a que era el ultimo en partir. Echó a correr dando rienda suelta a su metafísico instinto. Le constaba que ocupaba el último lugar en la carrera; pero no se detenía por nada, por más que así lo deseaba. Dentro del él había algo extraño que le obligaba a mirar por doquier, era una curiosidad muy peculiar, unas ganas casi obligatorias de escudriñar el lugar y a él mismo; no obstante, continuó avanzando, rotando la mirada hacia los lugares enigmáticos, sin darle importancia a la victoria (supongo que no lo sabia)

Después de una larga travesía, hizo un gran esfuerzo y se detuvo para advertir una inmensa montaña donde infinitos seres- a su parecer, de su misma calaña -batallaban a muerte. Muchos de ellos yacían a fusionarse con el suelo, otros se echaban a volar al azar. Mi querido espermatozoide se hallo muy perplejo e impresionado. Mientras aguardaba su peso sujetando un trozo de una sustancia rígida, susurró y echó un vistazo al lugar y, volvió la mira hacia atrás; pre-añoró el lugar y se dejo llevar…

Quien lo iba ha imaginar: nuestro curioso átomo ahora se hallaba escudriñando un espacio que parecía más fácil de entender por el tamaño. Estaba diseñado circularmente, y el olor había invertido, claro, para mejor. Era un lugar al parecer muy agradable. Es normal que después de tal jornada uno sienta cansancio y mi apreciado espermatoidecito (lo dije en diminutivo, no tuve otro modo de loar su victoria, me excuso) durmió y durmió.

Después de nueve meses, espermatozoide ya había planteado muchas hipótesis de su esencia y de su pequeño mundo. Pero una tarde descubrió un cráter en la parte posterior de su cabeza, paso algunas horas tratando de entender que era ese flexible y apretado agujero por donde entraban ruidos extraños. En breve: pensó que seria mejor ir a auscultar el lugar, y se aventuro como lo hice hace algunos meces.

Y así nació don Simón, llegó de cabeza al mundo para escudriñarlo, como lo hizo con su anterior mundo que él no recuerda. Ahora es un extravagante bohemio, vende latas de cerveza, lleva de esposa un llano breviario azul. Simón dejo de escudriñar su mundo actual y se dedico a cosas mas importantes como vivir.

Me pregunto yo- de un modo muy particular- ¿Cuál será la siguiente travesía de Simón?



MORALEJA DE UN INCOMPLETO MUDO

Era un incompleto mudo, por que sabía decir algunas palabras como: “silencio, soledad, amor, añoranza, olvido” y algunas oraciones como: “Los animales danzan en el prado sin escudriñar la esencia del prado. Dios es mi pastor y me pastorea en una árida colina redonda.” Como ven, era un incompleto mudo, al parecer algo incoherente. Lo cierto es que aun no logro comprender como es que aprendió articular estas palabras. Un día lo sorprendí escribiendo en el cieno de un riachuelo. Escribía prolongadamente; pero nunca supe que era lo que escribía; pero cuando concluía de hacerlo se apartaba del lugar para esperar que el riachuelo disuelva los minúsculos surcos delineados en el cieno. Después de toda esta escena, se enjuagaba las manos y cogía las rosas mas desarrolladas y se las llevaba a una hermosa anciana prófuga del asilo.



CLASE DE ASTRONOMIA


Una milenaria campana de colegio, notificó la hora mas esperada por los estudiantes.
Los alumnos del cuarto grado de media, abandonaron el aula de un modo efímero, antes de que Marcos concluyera su humilde exposición de astrofísica. Entiendo por que lo hicieron,- la monótona e incoherente oratoria de Marcos- normalmente suelen esperar las bendiciones del viejo profesor, antaño fraile dominical del pueblo. No obstante, Lucas, un introvertido alumno de relucientes brackets y gafas casi rectángulas, aun estaba situado en su butaca sin mover ni un solo cuaderno. Esto no sorprendía al profesor ni a Marcos que aún estaba en el aula, puesto que Lucas tenía una ejemplar reputación que merecía ciertos reconocimientos como: guardarle respeto y no alardear soberbia a su lado.

__¿la sabiduría de la ciencia astral absoluta es un hecho?__preguntó Lucas, al azar.



__Se sabe hasta donde se logro saber, lo resto es un enigma; pero para Dios nada es imposible, él es dueño de todo y conoce casa espacio de su creación.__replicó el profesor, obviando con su voz ronca, la inminente respuesta de Marcos.



__Y ante semejante longitud de universo, no creé que el humano queda demasiado reducido.¿Cuanto mide el universo y cuanto mide un hombre?



__Llegaste a manifestar una filosofía muy adolescente. Es normal que a determinada edad, uno se pregunte esto; pero para eso existen personas experimentadas: no te sientas mal por eso, cada ser humano mide el tamaño de su propia filosofía, el tamaño de lo que puede lograr. Por lo tanto, tú tienes el tamaño de lo que acabas de imaginar. Recuerda que no eres una hormiga en ese inmenso y redondo hormiguero; sino el autor de ese hormiguero. Adiós, no olvides el proyecto de mañana.


GRACIAS A UN CIGARRILLO



El cuerpo insólito de la bruma me echó con su céfiro apesadumbrado, aquel muelle de antaño me recordaba la ultima vez que besé unos labios sublimes sin pintura, un célebre beso, de esos que salen desde las meras entrañas del alma. En el woodman, Bob Dylan canturreaba casi llorando. Entre esa lluvia de añoranzas, sin dilema por optar, abandoné a pausas aquel pétreo muelle, como quien deja un cementerio donde yace una madre.

Esa mañana, paseando por entre los lindares del mar, dirigiéndome al paradero de un tranvía cuyo destino tenía que ser el sur, encendí un cigarrillo mientras equilibraba mi bufanda trémulamente. El frío viento me articulaba con una voz estricta “apresúrate, o te congelaré”, de hecho, le hice caso.

Eran las seis de la mañana, la escasas gentes a esa hora pasaban por desapercibidos ante mí. Deletreando algunas canciones en un incoherente inglés caminaba a pasos cada vez más largos.

Unos dedos femeninos me rozaron el hombro, lo predije por su perfume. Cuando volteé hallé una fisonomía cándida: cabello natural, piel sin maquillaje; su caluroso aliento me hizo olvidar por lo que estaba pasando.

__ Corrí mucho para alcanzarte. A estas horas no se consigue fuego fácilmente-, me prenunció mientras intentaba aspirar gravemente.

__ Lo entiendo.

Coincidimos; solo eso. Me contó que hacía ahí a estas horas…Me sorprendió que estaba ahí para recordar los viejos tiempos.

PREDICCIONES- cuento amateur- JOSE LUIS ROMERO CORDERO

Después de una larga contemplación a la recién estrenada escultura de madera que erguía en la puerta del restaurante “Puerto celestial”, antaño salón de juegos amateur de ajedrez, don Simón- con quien yo trataría después-se disponía a leer las solapas de un libro aparentemente nuevo, mientras tanteaba la taza de café con su trémulo dedo índice. No era la primera vez que espiaba al viejo, de hecho, llevaba mas de una semana consecutiva haciéndolo , en son de modesto comensal de barrio. Era un tipo muy extraño de tercera edad-valga la redundancia-: un sujetador de ligas retenía equilibradamente su clásica gafa gruesa, un saco rugoso color gris abrigaba sus escuálidas extremidades superiores y su casi jorobado tronco, su escaso cabello exponía con mucha humildad, una milenaria testa con minúsculos surcos de arruga que manifestaban una extenuada andanza, le distinguía un buen porte burgués en la mesa; y entre otras estrafalarias peculiaridades. Lo que más demandaba mi atención, era su casi extremada soledad, eso me era muy familiar. A veces hasta coincidíamos en leer diarios en nuestros respectivos balcones. Ciertamente, eso era lo único en común que teníamos, la soledad. (Volviendo al restaurante) Don simón ordenó una porción de pastel de papa para llevar, con una apacible voz gangosa; y viéndose atraído por el libro, echó a andar hacia su vivienda.

Mi casa colindaba con la suya, y quizás él no lo sabría, por tal vinculo, yo siempre sostenía que la soledad del viejo se debía a una particular filosofía, pues siempre obviaba los saludos de los vecinos, e incluso no dialogaba con personas que se mostraban amistosos hacia él, queriendo originar conversación; pero el viejo, siempre con una auténtica reserva educada rechazaba con un modesto No implícito.

Por tal alarde que hacían las personas, hasta los perros sabrían que era diciembre. Para ser más exactos, era una de esas noches de festín familiar, una noche que en los ojos de un huérfano imberbe como yo no es mas que tristeza y añoranza nocturna. Cinco minutos para las once, afirmaba un reloj de pared, de esos que solo se pueden hallar en los museos o en antiguas tiendas de subasta. El restaurante, como siempre: silencioso, sin bulla, con meseras cultamente adiestradas; todo en su mismo lugar. Casi en el último lugar, en donde se podía sentir menos frío y resonancia, yo consumía lánguidamente una económica porción de pastel, sumergido en una profunda nostalgia. El ambiente barroco le daba un toque de estilo a mi congoja. La calle parecía un campo de guerra, por tantos fuegos artificiales y niños gritando. Los viejos barbiespesos vestidos de rojo sonreían por doquier, todos estaban felices; acepto yo.

No creo que Jesús haya sufrido más que yo, de hecho, hubiese preferido que todos se escarnecieran de mí: que me pusieran una corona de espinas, una capa de rey y una cruz pesada que cargar, envés de un sufrimiento a largo plazo. Bien dices que el dolor del alma duele más que cualquier golpe. Uno ya se acostumbra a llevar una vida de tal calaña; a veces me gusta mucho vivir, como cuando estoy advirtiendo por los minúsculos agujeros de la cortina de tul, a mi cándida musa, más bella que la mismísima Marilyn Monroe, lastima que hasta ahora no puedo acercarme y decirle que necesito curarme y que la vida me recetó escuchar su voz. Para ser más franco, me gusta a veces vivir por que pienso en el futuro sin pesimismo.
Mientras jugueteaba a pausas con la cucharita, alguien me tocó el hombro. Ahí estaba, no había pensado él desde que entré al restaurante. Por primera vez pude verlo de muy cerca; sus ojos no estaban muy disimulados entre sus arrugas, tal como yo solía especular. Quizás quise reírme cuando noté que estaba vestido como santa claus. Me lanzó una sonrisa cansada y me propuso compañía.

_ ¿Como estas muchacho. Por que tan solo a estas horas? _, interrogó el viejo mientras se acomodaba en la silla.

_ Esperando que pase la dichosa navidad. ¡Lindo traje, nunca pensé verte así! _, repliqué en son de saludo.

_ A estas alturas uno tiene que buscar como sobrevivir pues. Hay que aprovechar las ocasiones y sacarles dinero a tantos ignorantes que hay por estos lugares.

_ Eso es bueno. ¿Por lo visto usted ya concluyo su trabajo?

_ Claro que si. Vine a tomarme un vino y ver si había alguien con quien charlar.
El viejo, con mucha confianza y seguridad, solicitó un vino a la mesera. Yo me mostré muy agradecido y moderado.

_ Noté que le estás echando ojo a la muchacha del kiosco _ indicó el viejo, vacilando.

_ No, como creé eso; apenas puedo verlo. ¿Qué piensa usted sobre el futuro de este planeta_, repliqué abochornado, cambiando enteramente de tema.

_ Jajaja, olvídalo. ¿El planeta…? El planeta es una maravilla. Su futuro esta en manos del azar y del hombre. A estas alturas ya casi no es necesario ser un Edgar Cayce para predecir el futuro. Solo basta ver la penosa realidad y hacer algunos estudios para percatarse de que el futuro no será como todos lo imaginamos: fácil y sofisticado. Yo me atrevería a decir que el problema no es el planeta, el problema es el hombre. Dios debió haber concluido su arquitectura en solo cinco días; pero el tío tuvo tiempo de mirarse en algún espejo e inventó la auto-escultura. Lo cierto es que ese fue el error mas grave que cometió. Tienen la palabra los supuestos irracionales del mundo.

_ Estoy de acuerdo con usted. ¿Como cree que será el futuro?.

_ Habrá un apogeo breve de globalización extrema. Los científicos habrán inventado todo lo que hoy trazaron. Todo estará tal como cualquier otro científico de visiones positivas puede decírtelo. Todo este intervalo podrá persistir poco tiempo -viéndolo universalmente-.Después, la economía descenderá a paso leve por todos los rincones del planeta, para entonces el petróleo se verá remplazado por una reducida energía virtual o alguna otra energía sofisticada que tendrá un abatido complejo de introducirse al mercado. La escasa economía constituirá conflictos bélicos, sociales, religiosos y entre otros aprietos. A esta larga trayectoria de previa autodestrucción, se sumarán con avidez, las secuelas de la globalización y el calentamiento global.

_ Paréese estar seguro de lo que dice.

_ Apuesto que lo que acabo de decirte ya lo habías pensado antes.

_ Tiene mucha razón.

_ No obstante, todos los desastres que mencioné son inminentes.

_ ¿Puede calcular el tiempo que falta para que pase todo?

_ No me atrevería a predecir tal cosa; pero no habrá mediados de siglo 22.

_ Parece que coincidimos-jajajaja-

_ Hay…Este asunto es muy amplio, podemos debatirlo hasta el año nuevo; pero a estas alturas, hablar del futuro es como preocuparse de nuestra salud mientras se esta consumiendo sustancias toxicas. Es mejor agradecer a la naturaleza por habernos otorgado vida en una época estándar.

_ Debe de tener mucha razón.

_ ¡Vamos!... no quiero imaginar lo que pasara mañana solo por que un muchacho ignoró hablar de la chica que le gusta mucho.

_ ¡jajaja!_, Déjame decirle que usted si que es un buen profeta.


*************LUIS CORDERO********

viernes, 18 de mayo de 2007

UN EXTRAÑO TORERO MANCO EN ESCENA. (CUENTO AMATEUR) - JOSE LUIS ROMERO CORDERO




Soñé que estaba dentro del cuerpo de un veterano toro de corrida. Mis emociones eran bidimensionales. La división de las dos dimensiones constituía una muralla. Es decir: por cinco segundos pensaba como yo, y por otros cinco, como un toro, y viceversa; pero todo ese trance se desenvolvía dentro del toro. Estaba parado delante de un hombre que agitaba un manto rojo, claro, así conceptuaba ese efímero momento cuando aún permanecía en mi momentáneo curso de humano. Cuando tornaba a ser toro, veía la escena muy invertida: advertía con una tonelada de odio en la garganta, a un ser demasiado extraño que se escarnecía de mí, un tipo que meneaba mi sangre flotante fusionándolo con el contaminado terral. Lo consideraba excesivamente cobarde; pero eso no justificaba nada, tenia que matarlo para mantener el orgullo que todo toro debe tener por naturaleza; pero hasta donde yo sabía, ningún toro había logrado tal resultado paradigmático. No había esperanzas y morir era lo único inminente. No podía evitar de proyectar odio frenético hacia aquellos gentíos; en especial: al ridículo batracio que agitaba mi sangre. En mi estado de toro, que por suerte podía recordarlo cuando invertía a humano, todo era diferente, demasiado diferente; no podría declarar punto por punto el caso, pero de que era toro, lo era. Cuando volvía a ser humano, me sentía insólitamente perplejo. Intentaba salir del toro y me echaba a correr hacia el portón de salida, mientras los toreros me perseguían; pero una vez en él, volvía a mi período de toro y echaba a empitonar al azar. Era imposible salir. Me desesperaba todo. No quería hacer daño a nadie, por lo tanto, solo los evadía. Lo peor de todo era que cuando volvía a ser toro no me percataba de que había un humano dentro de mi, y olvidaba todo lo que había pensado de humano; por ello, no podía lograr ninguna secuencia de ideas que pudieran fusionarse y pensar del mismo modo. De humano acontecía lo contrario, podía recordar como veía las cosas y extractos de imágenes que se suscitaban en mi mente. Por ejemplo: recordaba a algunos batracios a quienes veía con frecuencia, a uno que me aportaba los pastos y me agitaba el lomo mientras canturreaba; y algunos otros. Todo era extraño. No encuentro las palabras ni las imágenes exactas para conllevar con mayor clarividencia mi monologo, señor psiquiatra. Pero no piense usted que estoy loco.

__Tuve pacientes más extraños que usted. Con casos realmente extravagantes. Amo mi trabajo, soy escritor aparte de ser psiquiatra. Pierda usted cuidado y continué, no lo hace tan mal.

__Gracias señor psiquiatra. Como le iba diciendo. Nunca me había visto en un asunto de tal volumen. Corría y corría por doquier, pidiendo auxilia a gritos, pero era en vano, no obtenía nada mas que escuchar mi propio grito invertido a gruñido de toro. Era demasiado desesperante.

Después de un buen rato, después de una desequilibrada persecución, alguien logró hundirme una cuchilla cuya longitud penetró mi espalda hasta toparse con una de mis extenuadas costillas. Grité de dolor y de inmediato quise ser toro para obviar el dolor; pero por pura mala suerte, mi período humano se prolongó, no podía creerlo. De un modo instantáneo, concebí rencor extremado hacia el patético torero vestido de ridículo traje medieval, no pude evitarlo y deseé con toda mi alma ser toro e ir tras él, en venganza; de hecho que podía hacerlo así de humano; pero carecía de audacia y tenacidad. No se que carajos había pasado, no aguantaba mas el dolor y no podía volver a ser toro. Mi mirada perdía su nitidez y mi rencor crecía. Ya casi me sentía como el toro. De pronto, mientras me veía burlado por todos, sentí la sensación que duraba menos de dos segundos: era la muralla que separaba al toro de mí. Me alegré mucho, pensé en cobrar venganza por si esta vez recordaba mi estadía de humano; pero no fue así…

__ Dime… nárrame esa escena, se pone interesante. . ¿Por qué silencias?

__ yo estaba casi aliviado mientras traspasaba la muralla que me llevaría a ser toro; pero cuando concluí ese minúsculo trayecto, pude notar que el toro y yo teníamos algo en común; algo tan común como el respiro. No entiendo como nunca pude imaginarlo, ni siquiera en mis clases de zoología. De hecho que hacía falta estar en este trance para reflexionar. El toro y yo concebíamos el famoso e irreverente DOLOR, cuyo fin no era otra cosa que hacer sentir dolor. Ese era lo común, doctor psiquiatra.

__Ya veo, es una pesadilla muy rara; Pero valoro más la moraleja que emerge de él. De todos modos, una pesadilla, es una pesadilla. Entiendo perfectamente su intriga de saber más sobre estas pesadillas. Es cierto que deja algunas secuelas psíquicas, por lo tanto, debo proponerle algunas psicoterapias muy buenas. Previamente, debo admitir que usted es una persona muy simpática y tratable.

__ Agradezco con mucha humildad su valioso elogio; pero creo que usted no me entendió. Usted cree que un escuálido poeta, huérfano de un brazo izquierdo, pueda hacer tal cosa, sin motivo alguno. Todo lo que le narré justifica lo que aconteció la semana pasada. Dado que la pesadilla lo concebí un día antes del suceso. Y con justa razón, solicito mi libertad.

__ ajjajaja… El departamento de psicología de este penal no tiene autorización para tratar asuntos políticos. Aquí tratamos de ayudar a los condenados que presenten malestares mentales; no somos abogados.

__ Pero señor psiquiatra:

Cuando me recuperé de aquel trance que era como superarse de un ataque epiléptico, me sumergí en un prolongado alivio. Del mismo modo, pude reconocer algún fragmento de odia que aun persistía en mí. La aurora estaba apaciguada en la ventana. Una radio local notificaba la hora, y se lograba escuchar el bullicio infantil del colegio de al lado, cuya tarea matinal era prevenirme a asordante himno nacional, la hora del desayuno. Alejé el cobertor de mi cuerpo con mi solitario brazo derecho, y como todo, emprendí la jornada del día pensando en todo momento en aquella pesadilla. Había una incoherente imagen en mi mente que me perturbaba y me producía vértigo. No podía entenderlo. Había perdido el apetito, solo pude devorar, con poca aspiración, la mitad de mi pan. En instantes se me olvidaba de que era manco y empezaba a maniobrar cosas que demandaban dos brazos; pero, ah, que triste me ponía cuando no podía hacerlo.

Después, quise remediar llamando a mi primo Simón, lo cual fue un fracaso. Y después, como todo joven frustrado, busqué la marihuana entre los viejos libros. Lo guardé ahí por si algún día lo necesitaba. Francamente, señor psiquiatra, nunca antes había fumado marihuana. Lo tenía guardado por que el mismo Simón me lo trajo en son de amistad, creyendo que podía compartirlo conmigo; pero le firmé un no implícito. Pero esa mañana lo necesitaba, no tenia otra salida. No se si fumé demasiado, solo había logrado consumir la mitad y ya estaba, ya estaba diferente a lo normal. Trataré de explicarle como me sentía: ese instante pensé que me había muerto, estaba en un espacio donde no había tiempo, parecía un fantasma; ciertamente, no creo poder atinar a la lógica en cuanto a eso, siempre intenté hacerlo, y fracasé. Y mire usted…para colmo: La famosa marihuana hizo efecto en cuanto a algunos malestares físicos; pero prolongo mi delirio. Derribado en el sofá, reconstruía la escena de la pesadilla, y mi odio hacia los toreros crecía a mil por hora, por que de algún modo virtual, me sentía porción del toro.

En la villa en donde vivía, cada año se realizan más de 5 festivales de corrida de toro, hecho que atrae a muchos toreros nacionales e internacionales. Todo el mundo hablaba de toros; incluso una ex novia que tuve hace años, trabajaba velando toros que eran traídos del extranjero, y se la pasaba relatándome sus triviales anécdotas. Era tan popular que hasta pasaban por alto el aniversario de la nación. Justo esa mañana, un locutor invitaba con una voz gangosa a la corrida mas importante del año; una significativa disputa entre un español y un tarmeño, lo cual me dejó ensimismado.

Erguí del sofá a pausas, como alguien que se levanta con fortaleza después de haberse tendido de melancolía. Concluí la marihuana que sobraba, me puse una bufanda gris de lana, dejé una abertura para que se advirtieran las solapas de mi camisa. Rebusqué alguna casaca de cuero en el guarda ropas, situé en mi cabeza un sombrero viejo, que pertenecía a mi madre que en paz descanse; no sé si lucía como un buen vaquero o por lo menos un joven vaquero amateur, no importaba eso, esta vez ya no asistiría a la biblioteca a pasar el ocaso, así que marché hacia el dichoso festival de corrida de toros.

Creo que había más masa que en cualquier clásico de futbol mundial. Coincidí con un vecino solitario que entre copas aseguraba que ganaría el tarmeño “¡el tarmeño carajo!”, se acerco a mí ofreciéndome amistosamente una copa de su cañazo, yo acepté con mucho gusto y nos sentamos a hablar de asuntos de corrida. Mientras presumía sus vínculos familiares con el tarmeño le ofrecí solapadamente un poco de mi marihuana, él aceptó sin sorprenderse de mi edad; pero creo que al final agradeció diciéndome: “¡chaval imberbe, pensé que solo te drogabas con libros, jajaj!”. Nunca lo imaginé, tampoco podía creerlo: un tipo como yo, charlando de toros de corrida con un alcohólico de barrio; aunque debo admitir que era divertido verlo actuar después de haber fumado, alucinaba ser torero con su espada improvisada de botella de descartable, y presumía aún más; pero se le pasó la mano al agarrarle el culo a una muchacha mas o menso de mi edad que trabajaba ofreciendo gaseosas. Pobre, le echaron a patadas del lugar.

Estaba sonriendo demasiado sin saber donde estaba parado. Posteriormente, la extensión de mi sonrisa se encogía paulatinamente mientras veía entrar a la plataforma al mismísimo torero de mi pesadilla, vestido del mismo modo, tenía la misma compostura, el mismo color y la misma sonrisa. Era un completo imbécil, patético. Tenía la misma sonrisa soberbia inapagable que carecía de naturalidad. Se me erizó el cabello y de inmediato concebí esa adrenalina vesánica de odio en mi alma. Agitaba su capa en son de cortesía, señalándolo hacia mí, quizá por azar o por que ya lo sabía, lo cierto es que estaba confundido. Mi único brazo derecho golpeaba con frenesí la banqueta de hormigón. El mundo se me caía en sima, me sentía impotente.

Los cobardes le habían quitado punta a sus cuernos, y unas cintas de color cenizo adornaban sus orejas. No parecía un toro semental, era muy joven, su testa aludía un remoto sufrimiento que solo yo podía distinguirlo. Venia entrando tímidamente entre loores y números de cábala. Se paró frente al torero advirtiendo con perplejidad el manto color carmín. Mis lágrimas serpenteaban lánguidamente por entre mis narices, traspasaban mis labios y su sabor a mar, anunciaba la aparición del rígido bulto en mi garganta. Mi semblante apoyado a la palma de mi mano, triste como un cadáver, advertía la escena como un ave sin pico a una árida granja de cereal. Nunca había sufrido tanto. A continuación, busqué la envoltura de marihuana que restaba, y me dispuse a aspirarlo todo para calmar mi dolor.

La congoja era sobrehumana, el delirio me envolvió con su bruma, la marihuana solo había logrado eso, pero mi sufrimiento no apaciguaba. Entre tanto, el gentío celebró la primera espada clavada en el lomo del toro, justo donde lo soñé, y fue como si también yo lo hubiera sentido. Ya no aguantaba el dolor.

_ Cálmate, no llores, ten, es un pañuelo de seda, para ti. ¿Que hiciste después?

_ Gracias señor doctor psiquiatra.
Bueno, me quité la bufanda y el saco, y me aventuré por entre la apretada multitud con el fin de salir del lugar. Entre lagrimas, no sabia si estaba yendo en la dirección correcta, pues mis ojos estaban casi cerradas y lo único que me mantenía en pie era la espesa masa; y de pronto, surgí de entre la muchedumbre y me hallé en primera fila, muy lejos de la puerta principal. “¡que mierda hace llorando como una niña, lárgate, me tapas!”, las gentes se burlaban de mi.

Volví la mirada hacia el toro que ya tenía más de dos espadas clavadas en su cuello, apreté los dientes, bebí más de tres sorbos prolongados de cañazo, de puro coraje, y salte hacia la plataforma, dirigiéndome hacia el torero. Corrí y corrí, la inmensa masa aclamaba y aplaudía mi valentía, mientras que algunos se burlaban a carcajadas. Suponía que era común que algún borracho maniobrara ese tipo de escenas en las corridas, pero no mancos.

Me paré en medio del toro y el torero. El toro babeaba y, cuando dirigí mí mirada directamente hacia sus pupilas, el toro yació sus patas traseras, pero aún permanecía parado. “supongo que tendrás el privilegió de matarlo borracho cabrón. Echaste a perder mi victoria.” Me dijo el torero sin tener opción, sin percatarse de que yo estaba llorando. Precipitadamente, había adquirido mucho renombre, la gente gritaba a toda voz “¡manco, manco, mancoooo…!” mientras yo apenas podía pararme. Antes que mi tenacidad terminara, me dirigí pálidamente hacia el toro, obviando la espada que el torero me estaba facilitando. Pobre torito, intentaba ponerse en cuatro pies y atacarme; pero se dejó caer. Yo, con poca fuerza, le sustraje las dos espadas mas largas que tenia introducida en el cuello, le acaricié el humedecido hocico, di media vuelta, vi el rostro del rorero ya casi cayendo, y sin pensarlo dos veces; entre secuelas de marihuana, procedí a cortarle el cuello e hice un surco en su pecho, y escupí toda la amargura que tenia guardado en mí, ahí, en los surcos. Después de eso, quedé inconsciente, y según dicen: desperté después de un día, en la oficina de al lado; pero para eso, me sentía mejor, sin odio ni nada.

_ Ahora entiendo, es una triste historia mi estimado amigo. Pero me temo que estará aquí hasta cumplir su condena. Le sugiero serenidad y paciencia. En cuanto a su libertad, debo decirle con mucha sinceridad que es casi imposible conseguirlo. Confórmese, hubieron miles de testigos aquel día, y si sale de este lugar tendrá mala reputación. Espero que me entienda, hago lo posible para poder ayudarlo. Pero cuente con mi amistad.

_ ¿A usted le gustan los toros?

_ jajaajaaj- claro que si; pero no las corridas.

_ Eso me reconforta señor doctor psiquiatra.